domingo, 7 de enero de 2007
Parques de Sintra - Monte da Lua (Portugal)
Con una cercanía poco usual a una gran metrópoli como Lisboa, el Parque Natural Sintra-Cascais ha conseguido preservar todo el territorio que rodea el extremo occidental del continente europeo, así como la coexistencia armónica de la presencia humana con la naturaleza, lo que, al estar tan cerca de la capital, se podría haber vulnerado.
En toda su extensión, el Parque presenta una asombrosa diversidad de ambientes y paisajes, que incluye dunas, bosques, lagunas, una accidentada orla costera, con encantadoras playas entre altos acantilados, el impresionante Cabo de Roca y, en el centro, la magnífica Sierra de Sintra y toda el área clasificada por la UNESCO, como paisaje cultural Patrimonio de la Humanidad.
En cuanto a fauna, flora y geomorfología, esta área es especialmente rica y variada.
Alrededor del afloramiento volcánico de la Sierra de Sintra sobre terrenos de origen basáltico, granítico y calcáreo, crecen numerosas especies arbóreas y arbustivas, entre las que todavía podemos encontrar ejemplares de la flora primitiva, como el roble-cerquiño, la carrasca y la muy característica “saudade” (armeria pseudarmeria), endémica de la flora portuguesa.
Entre los animales son bastante abundantes el conejo salvaje, el zorro, el “peneireiro-de-dorso-malhado”, el tejón, la comadreja, la cobra-ratonera y decenas de especies de aves, entre las que destacan algunos ejemplares únicos del águila-de-Bonelli y del halcón peregrino.
Sintra: Parque y el mítico-mágico Palacio da Pena en el Monte da Lua, clasificado Patrimonio Mundial por la UNESCO.
Su sierra, nacida abruptamente en el medio de la planicie y que le hace parecer más alta de lo que es; las florestas densas disimuladas en neblinas perpetuas; las aguas nacientes que corren evocando el derrame de lágrimas como el pasar irreversible del tiempo; el mar agreste y salvaje al fondo; las poblaciones rurales exhibiendo sus usos y costumbres, hacen de la geografía de Sintra, por sí sola, naturalmente romántica. Accidentes geográficos como Monte da Lua, la Costa de los Tritones o el Triángulo de las Dunas muestran el romanticismo con sus propios nombres.
Sintra es uno de esos paraísos donde la mano divina se esmeró, esculpiendo la naturaleza de manera sublime, como queriendo dejarnos sorprendidos, rendidos a la belleza de la Obra. Ejemplo de su magnificencia, el Monte da Lua.
Conocida en la Antigüedad Clásica como Monte da Lua, o Promontrium Lunae, por la fuerte tradición de los cultos astrales todavía visibles en innumerables monumentos y objetos arqueológicos, la Sierra de Sintra es un macizo granítico con aproximadamente 10 kilómetros de longitud, que se eleva, abruptamente, entre una enorme planicie al Norte y el estuario del Tajo al Sur, en una cordillera en serpiente que entra por el océano Atlántico hasta formar el Cabo da Roca, la punta más occidental del continente europeo.
Venerada por el hombre a lo largo de la historia, la Sierra de Sintra presenta hoy un conjunto fabuloso de monumentos desde la prehistoria hasta nuestros días, lo que demuestra un respeto impar y una tolerancia cultural enorme, tal vez la razón principal por la que Sintra fue consagrada Patrimonio de la Humanidad.
Compitiendo con la diversidad monumental, hay que destacar la riqueza ambiental de esta Sierra. Gracias a su micro-clima, aquí se encuentran algunos de los más bellos parques de Portugal, que le dan un semblante magistral en el salpicado cromático de verdes.
Así, puede el visitante bajar al Neolítico por la Tholos do Monge; disfrutar los horizontes en las murallas del Castillo de los Moros, construcción guerrera árabe del siglo VIII; sentir la verdadera austeridad de los monjes franciscanos del Convento de los Capuchinos; pasearse por los misterios del Palacio da Pena, edificio mítico-mágico que parece la prolongación de la propia montaña, y sensibilizarse en los dulces rincones del Parque de la Pena, donde se transpira paz y serenidad.
La Costa de los Tritones
Formado por bellísimas playas de arena dorada y peñascos escarpados de magnífico recorte, el litoral sintrense puede hacer las delicias de aquellos que prefieren el mar al campo. Además de los baños y del sol radiante de verano, las playas de Sintra todavía ofrecen óptimas condiciones para la práctica de deportes náuticos, mientras que los acantilados propician a los amantes del ala-delta excelentes rampas de salto.
Rico en fauna marítima, en la que abunda el rodaballo, el sargo, la dorada, el pulpo y muchas otras especies, los pescadores pueden disfrutar en el litoral sintrense de buenos momentos de pesca.
Desde el Cabo da Roca, donde el visitante puede obtener un certificado de su presencia en el punto más occidental del viejo continente, hasta la playa de São Julião, los atractivos son muchos y variados. Visitas indispensables merecen la Piedra de Alvidrar, la roca resbaladiza que desliza por el acantilado, casi en perpendicular, con aproximadamente ochenta metros, y que los jóvenes naturales bajan y suben en un ritual peligroso; el Fojo, figura vertical que comunica con el mar; la Praia Grande, deliciosa por su enorme arenal y curiosa por sus sesenta y seis pisadas de dinosaurio; la Praia das Maçãs, estancia balnearia por excelencia, que muestra un típico tranvía; y, sobre todo, Azenhas do Mar, población de características únicas donde el hombre y la Naturaleza se unen en una simbiosis perfecta.
El Triángulo de las Dunas
Colares, población ancestral, domina una de las más bellas zonas de la región de Sintra, donde se destacan, geográficamente, el Río das Maçãs, en cuyas márgenes se cultivan los deliciosos frutos de Colares; y el alto arenoso que se extiende hasta el litoral en dunas estratificadas. Es en esos terrenos de arena donde se produce la famosa casta Ramisco, responsable de uno de los vinos más delicados y apetecidos de Portugal.
Pero si estos ya eran motivos suficientes para una visita a la región, hay otros motivos que exigen un viaje a la zona. Así, merece una mirada la iglesia parroquial de Colares; un salto a la misteriosa ermita de São Mamede de Janas, de curiosa planta circular; y pasear por las calles de Fontanelas y Gouveia, aldeas de características rurales, con una arquitectura popular predominante.
El centro histórico
El aglomerado urbano que constituye la llamada Vila Velha (Villa Vieja), proporciona, por su antigüedad y heterogenia, un apasionante paseo por el pasado histórico donde se puede sentir y admirar las diversas épocas que dirigieron el fluir humano.
Todavía manteniendo características urbanas de raíz medieval, de calles estrechas y laberínticas, escalinatas y arcadas que le dan un semblante misterioso, la Villa de Sintra es dominada por el Palacio Nacional, principal conjunto arquitectónico sintrense y la más fascinante construcción áulico-real que subsiste en Portugal. Se trata de un Palacio que no ha sido concebido de una sola vez ni en una sola época, pero sí de una armoniosa y seductora suma de partes distintas, edificadas en sucesivas fases al sabor de estilos dispares. Y es ese conjunto de múltiples gustos y mentalidades lo que, en gran parte, contribuye a la extraña belleza de este palacio.
Además, otros monumentos de gran dignidad e interés histórico pueden ser admirados en el perímetro del centro urbano: la Torre del Reloj; la Iglesia de San Martín; el Palacio de Ribafría; el Convento de Trindade; la Iglesia de Santa María; un notable conjunto de fuentes ancestrales, como son las de Pipa y Sabuga; también la Judiciaria, conjunto de casas donde habitaban los seguidores de la Ley de Moisés...
Las piedras y los hombres
La región de Sintra posee uno de los más ricos aglomerados monumentales de la civilización megalítica, el conjunto de Tholói, formado por monumentos funerarios del Neolítico, varias antas y dólmenes extendidos por la región, menhires, sobre todo en la estación de Barreira, todos ellos, aliados a una serie de vestigios cuya importancia arqueológica es importante conocer. Pero, para tener una visión más completa de épocas pasadas de la Historia del Hombre en territorio sintrense, merece visita obligatoria el Museo Arqueológico de São Miguel de Odrinhas.
El habitante autóctono actual de los campos rurales de Sintra presenta, por su cultura propia, sus tradiciones y su modus vivendi, particularidades interesantes. El conocido saloio, palabra que deriva del árabe çahrói, todavía vive al ritmo de la Naturaleza, entre el mar y la sierra, con su arquitectura popular continuando el paisaje, el folklore típico y variado, la artesanía local con características ancestrales, donde se destacan las cestas y los barros. Aquí, el hombre es la Naturaleza, porque vive de acuerdo con ella.
En la mesa
Para un pueblo con un pasado tan rico como es el caso de los saloios sintrenses, los aspectos gastronómicos adquieren un fuerte valor tradicional que importa preservar y fomentar. Variada y abundante, la culinaria de la región es capaz de abrir el apetito de cualquier comensal.
De los platos de carne, se destacan el lechón de Negrais, la carne de cerdo Mercês, el cabrito y el cochinillo asado. El litoral de la región de Sintra es abundante en pescado fino, mariscos y moluscos. Así, es posible comerse un apetitoso rodaballo o sargo, disfrutar con un pulpo, o saborear mejillones y percebes.
En los dulces, se destacan, inevitablemente, las Queijadas de Sintra, dulce ancestral que viene de la Edad Media. Además, otros hay que merecen ser probados, como los Traveseiros, los Pasteles da Pena, las Nueces de Colares, los Fofos de Belas, así como un conjunto de compotas tradicionales fabricadas siguiendo métodos muy antiguos. Acompañando cualquier comida, es indispensable el vino de Colares, sobre todo su famosa casta Ramisco, uno de los primeros de la gloriosa carta de vinos de Portugal.
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