La mujer quedó viva.
El hombre-luna conversó con la mujer y dijo: "Ahora voy a morir y resucitar en tres días y voy a estar sentado en la boca de mi tumba. Y la mujer se quedó. El hombre-luna le explicó a su señora que vaya a la tumba de él, que lleve un balde con agua, que él va a estar sentado en la boca de la tumba y que no tenga miedo, que la limpie hasta que saque toda la tierra. Y que él va a resucitar otra vez para vivir junto con su señora. La señora fué a la tumba y lo vió sentadito al hombre-luna (agachado con la mano en la cabeza). La señora se dió cuenta que era él. La mujer tiró el agua de lejos nomás porque tenía miedo de cumplir lo que le había dicho el esposo. Ésta se fué luego a su casa y lloraba. Al otro día salió el hombre-luna por arriba como luna nueva. Ella quedó llorando 6 días hasta que falleció ella también.
El hombre luna hizo llamar a su mujer, por eso ahora, más abajo de la luna, hay una estrella que es la mujer de él. Esa estrella grande, el lucero, es la mujer del hombre-luna.
El hombre-luna y su mujer el Lucero, seres benéficos por excelencia para los habitantes del Chaco, forjan éste pensamiento de la triste muerte del ser querido y su desaparición por tres días, número simbólico de la privación que experimentan cuando la luna no brilla en el cielo para brindarles su benéfica luminosidad.
Vida y Mitos del mundo Mataco
Ubén G. Arancibia
Ediciones Depalma
Los matacos habitan en la Región del Chaco, en el norte de Argentina. Su principal actividad de subsistencia era la caza y la pesca. Con la consquista del Chaco por el hombre blanco, muchos matacos fueron explotados en el trabajo de tala de quebrachos colorados y en ingenios de azúcar o plantaciones de algodón. Aunque sus dominadores lo ignoraran, los matacos poseían, y aún conservan, una rica mitología.
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